La ética no está en el algoritmo, está en quien lo diseña, lo entrena y lo aplica.
La inteligencia artificial no decide el bien ni el mal. Solo replica lo que le damos. Por eso, cada decisión tecnológica es también una decisión moral. Y en marketing, eso importa más que nunca.
La inteligencia artificial no decide el bien ni el mal. Solo replica lo que le damos. Por eso, cada decisión tecnológica es también una decisión moral. Y en marketing, eso importa más que nunca.