Modelo clásico (poco frecuente, suele no saberse cómo presentarlo):
“Conversaciones sin juicio. Te escucho si necesitas hablar. No soy profesional, pero sí alguien confiable.”
“Ofrezco lo que muchas veces falta: un espacio para ser escuchado sin interrupciones, sin juicios, sin soluciones forzadas.
No tengo diplomas ni métodos clínicos.
Tengo tiempo, presencia, y un compromiso real con la escucha profunda.
Acompaño procesos de quienes solo necesitan ser vistos tal como son.
Si sientes que nadie te escucha de verdad, aquí hay alguien dispuesto a hacerlo.”
“Hola, soy [Nombre]. No soy terapeuta ni coach.
Solo alguien que sabe estar y escuchar sin prisa ni juicio.
Si necesitas hablar y sentirte comprendido, estoy aquí.”
Este mensaje no pretende competir con los profesionales, sino llenar un vacío real: el de la presencia humana sin rol ni estructura, algo que muchas personas valoran más que cualquier intervención técnica.
