El marketing no es un espejo de la oferta.
Es un radar de las ansiedades colectivas.
Es un radar de las ansiedades colectivas.
Cuando una sociedad teme envejecer,
el mercado se llena de promesas de juventud.
Cuando una generación se siente vacía,
el mercado fabrica experiencias para llenar su hueco.
El marketing posthumanista no debe aprovecharse del vacío,
sino hacerlo visible,
convertirlo en diálogo,
transformar el consumo en conciencia.
Porque no hay venta más poderosa que aquella
que despierta preguntas más hondas que el propio producto.