Durante años, “añadir valor” fue sinónimo de aumentar el beneficio o mejorar el producto. Pero hoy, el verdadero valor ha mutado: ya no es lo que tú creas, sino lo que resuena en quien te recibe.
En el marketing posthumanista, el valor no nace de la transacción, sino de la conexión. Es intangible, emocional, simbiótico. Un contenido que transforma, una experiencia que impacta, una propuesta que inspira… eso es lo que el nuevo algoritmo de la mente humana busca y prioriza.
El valor se ha humanizado.
Pero también se ha tecnificado: los sistemas inteligentes detectan qué toca, qué transforma, qué impulsa. Y premian eso. No los adornos, no los trucos, no las métricas vacías.
Transformación clave:
Del valor como producto al valor como experiencia compartida.
De vender soluciones a generar sentido.
De convencer al otro a conectar con su deseo más profundo.