Marketing Digital Posthumanista nace como respuesta a esta pregunta. Este no es un blog de herramientas ni de tácticas para captar atención. Es un espacio para comprender cómo comunicar valor en una época en la que el trabajo se transforma y los mensajes ya no pueden ser vacíos. Aquí exploramos una nueva ética del comunicar: basada en la energía cognitiva, en el impacto significativo, y en la necesidad urgente de alinear lo que hacemos con lo que somos. Este blog es para quienes quieren dejar de repetir fórmulas y empezar a generar sentido.

Casos aplicados

En la sección de 'Casos aplicados' reunimos ejemplos reales y adaptados de cómo puede expresarse y promocionarse un profesional en la era del marketing posthumanista. Aquí no buscamos fórmulas, sino coherencia. No se trata de decir más, sino de decirlo mejor. Cada caso es una invitación a alinear la comunicación externa con el propósito interno, y a cultivar vínculos auténticos más allá del impacto.

Medir el éxito en clics, no en conexiones

Hubo un tiempo en que el marketing digital se obsesionó con los números.

Clicks, impresiones, tasa de apertura, retención de segundos. Cada métrica prometía traducirse en influencia, ventas, poder.

Pero la ilusión era frágil.
Porque los clics no significan conexión.
Las métricas no miden transformación.
Y los números, sin profundidad, no construyen legado.

Nos enseñaron a optimizar sin preguntarnos:
¿Qué queda después del impacto?
¿Qué vínculo nace tras la conversión?
¿Quién se convierte en defensor cuando solo ha sido un consumidor?

Este error de enfoque nos llevó a sacrificar lo esencial por lo cuantificable.
A diseñar para el algoritmo, no para el alma.
A perseguir la viralidad como si fuera sinónimo de verdad.


El marketing posthumanista rectifica esta ruta:

Ya no busca clics, busca resonancia.
Ya no persigue alcance, cultiva significado.
Ya no se pregunta “¿cuántos?”, sino “¿cuánto ha cambiado la vida del otro gracias a esto?”

Los datos son útiles, sí,
pero sin conciencia se vuelven ciegos.
El nuevo éxito es invisible para los antiguos sistemas de medición.
Porque habita donde la conexión auténtica transforma la percepción.