La inteligencia artificial está aquí para quedarse. Puede escribir, analizar, automatizar, decidir. Pero hay algo que no puede —y no debe— quitarte: el porqué haces lo que haces.
El peligro no es que la IA piense por ti. El verdadero riesgo es que dejes de pensar para ti mismo, que apagues tu intención, tu criterio, tu singularidad.
Por eso, el futuro no será de los que sepan usar la tecnología, sino de quienes sepan usarla con conciencia, con propósito, con alma.
En la era de las máquinas inteligentes, seguir siendo humano no es una desventaja. Es una ventaja ética, creativa y emocional.
No se trata de competir con la IA. Se trata de elevar el nivel de lo humano a través de ella.