Durante décadas, el modelo AIDA —Atención, Interés, Deseo, Acción— fue el esquema dominante en la comunicación publicitaria. Su lógica es clara: atraer, mantener, persuadir y conducir al consumidor hacia la compra. Es un modelo eficaz para la venta directa, pero hoy se percibe limitado frente a los nuevos horizontes de la comunicación digital y posthumanista.
Frente a esta visión transaccional, emerge otra trilogía más profunda: interesar, seducir y emocionar. Aquí el objetivo no es empujar al consumidor a la acción inmediata, sino construir experiencias con huella emocional y relacional.
Interesar vs Atención/Interés
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AIDA se centra en captar la atención con estímulos externos y despertar curiosidad.
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Interesar en la narrativa posthumanista significa conectar con inquietudes vitales, abrir preguntas, ofrecer sentido. No basta con que miren, es necesario que sientan relevancia.
Seducir vs Deseo
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AIDA entiende el deseo como impulso de consumo: querer el producto.
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Seducir en cambio significa mantener un magnetismo narrativo que invita a permanecer. La seducción narrativa no promete posesión inmediata, sino vínculo duradero.
Emocionar vs Acción
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AIDA culmina en la acción: clic, compra, conversión.
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Emocionar va más allá: busca dejar huella en la memoria. La acción puede ocurrir, pero como consecuencia natural de haber sentido algo auténtico.
Un nuevo enfoque de comunicación
El contraste es revelador:
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AIDA es transaccional: vender.
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La trilogía narrativa es relacional: construir comunidad y pertenencia.
En un mundo saturado de estímulos y algoritmos, donde la atención se fragmenta en segundos, el marketing posthumanista necesita dejar de perseguir conversiones inmediatas y empezar a sembrar memorias. Porque el clic caduca, pero la emoción permanece.