La innovación no se mide en nuevos productos,
sino en la capacidad de desestabilizar lo establecido.
sino en la capacidad de desestabilizar lo establecido.
Una empresa que innova demasiado poco,
muere de obsolescencia.
Una que innova demasiado tarde,
muere de irrelevancia.
Pero la verdadera innovación es peligrosa:
incomoda al cliente,
incomoda al mercado,
incomoda incluso al creador.
Porque cada salto auténtico
trae consigo una pregunta implícita:
¿estás dispuesto a traicionar tu propio éxito
para no convertirte en tu propio límite?