La tecnología ya domina la precisión.
La máquina aprende, optimiza, supera.
La máquina aprende, optimiza, supera.
Pero aún no puede intuir,
ni conmoverse,
ni conectar el hacer con el ser.
El talento del futuro no estará en el dominio técnico,
sino en la profundidad interior.
En esa mezcla entre sensibilidad y propósito
que convierte el trabajo en trascendencia.
El mercado busca manos.
El futuro necesitará almas.