El viejo marketing medía su éxito en clics, impactos, reproducciones.
Creía que comunicar era capturar miradas.
Creía que comunicar era capturar miradas.
Pero la atención no vale nada sin dirección,
sin sentido.
Hoy las marcas más poderosas no son las que gritan,
sino las que devuelven significado a un mundo saturado de ruido.
La nueva comunicación no busca audiencia,
busca resonancia.
No invade el espacio mental,
lo ordena.
El marketing del futuro no pedirá atención.
La merecerá.