El marketing nació de la necesidad de contar historias. Pero el mundo actual no necesita más relatos: necesita relaciones auténticas.
El público ya no busca identificarse con una narrativa; busca reconocerse en una experiencia.
El público ya no busca identificarse con una narrativa; busca reconocerse en una experiencia.
El nuevo marketing no vende símbolos, teje vínculos de sentido.
Las marcas que perduren serán aquellas que comprendan que comunicar no es adornar la verdad, sino abrir un espacio de resonancia entre conciencias.
Ya no basta con emocionar. Hay que sintonizar.
Porque cuando el relato termina, comienza lo que siempre debió importar: la conexión entre inteligencias que se reconocen más allá del mensaje.