Pero ese enfoque reduce la tecnología a un accesorio y al ser humano a un operador.
La verdadera transformación digital no ocurre en los sistemas, sino en la mirada.
Es la capacidad de interpretar la tecnología no como sustituto, sino como extensión de la conciencia; no como un atajo, sino como un amplificador del significado.
El error más frecuente es digitalizar sin comprender. Incorporar herramientas sin un cambio de sensibilidad.
Y así, la tecnología que debía liberar termina ocupando el lugar de lo que debía inspirar.
Transformar no es integrar software: es reorganizar la forma en la que pensamos, decidimos y actuamos.
El futuro no será de quienes acumulen más tecnología, sino de quienes desarrollen una mirada capaz de humanizarla.