Hoy, todo propósito quiere ser frase. Frase breve. Frase potente. Frase viral.
Pero hay propósitos que no caben. Porque no fueron hechos para venderse, sino para sostenerse.
El propósito verdadero no es lo que dices en una presentación, es lo que sigues haciendo cuando ya nadie te aplaude. Es lo que se sostiene cuando el entorno cambia, cuando la presión aprieta, cuando los números no ayudan. Es lo que, incluso en el silencio, sigue guiando.
Reducirlo a un eslogan es mutilarlo. Un propósito vivido no necesita frase: necesita coherencia, práctica y continuidad. Es una brújula, no un lema.
Cuando el propósito no cabe en un eslogan, quizá sea porque ya habita tu forma de estar en el mundo.