En un mercado saturado de propuestas y discursos, diferenciarse no es una cuestión de hacer algo único, sino de ver el mundo de una forma única.
Los productos se parecen. Los servicios se replican. Las tecnologías se copian. Pero tu manera de comprender lo que haces —la visión que hay detrás, la sensibilidad que aplicas, el sentido que proyectas— eso es irrepetible.
No importa si otros hacen lo mismo. Nadie lo hará desde tu conciencia.
En el marketing posthumanista, diferenciarse no es una lucha de estilos ni una competición de talentos. Es un acto de presencia: estar en lo que haces con una comprensión que transforma la experiencia, para ti y para quien te encuentra.
No te diferencies por lo que haces. Diferénciate por cómo lo entiendes.