En el marketing clásico, el conocimiento del usuario era poder. Cuanto más sabías, más podías manipular.
Pero en la era posthumana, donde las inteligencias artificiales son capaces de anticipar deseos, surge una paradoja: saber demasiado puede volverse antiético.
Cuando la predicción precede al consentimiento, el riesgo no es técnico, sino moral.
El marketing del futuro no se medirá por su capacidad de influir, sino por su voluntad de no hacerlo cuando no debe.
El conocimiento ya no es propiedad, sino responsabilidad.
Pero en la era posthumana, donde las inteligencias artificiales son capaces de anticipar deseos, surge una paradoja: saber demasiado puede volverse antiético.
Cuando la predicción precede al consentimiento, el riesgo no es técnico, sino moral.
El marketing del futuro no se medirá por su capacidad de influir, sino por su voluntad de no hacerlo cuando no debe.
El conocimiento ya no es propiedad, sino responsabilidad.