La era posthumanista exige un marketing que no grite, que no invada, que no suponga. Un marketing que no se note… porque no pretende manipular. Que acompaña sin dominar, que inspira sin apropiarse, que desaparece cuando ya ha cumplido su propósito.
El marketing con sentido es invisible para quien no lo necesita y evidente para quien está preparado. No busca clientes: construye vínculos. No impone su mensaje: lo deja latir.
Lo que transforma no siempre se ve, pero siempre se siente. Ese es el nuevo lujo: hacer sin imponer, ofrecer sin empujar, comunicar sin interrumpir.