En un mundo saturado de mensajes, el silencio puede ser el acto más radical. No todo debe decirse, no todo debe mostrarse, no todo debe optimizarse para ser oído. En el marketing posthumanista, comunicar también es saber callar.
El silencio estratégico no es ausencia, es intención. Es el espacio donde el receptor puede pensar, sentir, reconstruir el mensaje por sí mismo. Cuando la comunicación se convierte en ruido, el silencio recupera su poder de significar.
A veces, lo más ético no es intervenir, sino permitir. Lo más inteligente, no es convencer, sino dejar que la verdad emerja sola.