Las marcas solían descansar. La publicidad tenía horarios, las campañas caducaban.
Hoy, un algoritmo nunca cierra. La conversación es continua, la presencia es permanente, la vigilancia es silenciosa.
Hoy, un algoritmo nunca cierra. La conversación es continua, la presencia es permanente, la vigilancia es silenciosa.
El marketing posthumanista no necesita gritar: respira en tiempo real, se adapta mientras duerme y recuerda todo.
El reto no es estar presente, sino ser relevante en cada instante sin perder el sentido.