El verdadero enemigo de la comunicación no es el silencio.
Es la repetición vacía.
Es la repetición vacía.
El silencio puede ser fértil,
puede dar espacio al eco y a la reflexión.
Pero repetir sin sentido
es transformar la palabra en ruido,
y el ruido en anestesia.
Si quieres transformar,
no digas más:
di distinto.
El mensaje transformador no es el más sonoro,
sino el que interrumpe la inercia de lo esperado.