En la era de la hipercomunicación,
no somos juzgados por nuestras palabras,
sino por las sombras que proyectan.
no somos juzgados por nuestras palabras,
sino por las sombras que proyectan.
Cada eslogan, cada discurso, cada campaña
lleva consigo un eco de lo que intenta tapar.
La comunicación ética no consiste en elegir palabras bellas,
sino en atreverse a mostrar la grieta detrás del mensaje.
La autenticidad no se mide en transparencia,
sino en la valentía de reconocer lo incómodo
sin convertirlo en un truco publicitario.