En un mundo donde los datos circulan como oxígeno,
privar a alguien de ellos no es neutralidad,
es agresión.
privar a alguien de ellos no es neutralidad,
es agresión.
La censura ya no se ejerce quemando libros,
sino controlando algoritmos.
Ya no se reprime con silencio,
sino con exceso calculado que sepulta la verdad.
La ética del conocimiento exige un principio simple:
todo lo que se esconde con intención
se convierte en violencia invisible.