La comunicación no termina cuando el mensaje se envía.
Ahí es cuando realmente empieza.
Ahí es cuando realmente empieza.
Cada palabra crea una reacción,
cada imagen un reflejo,
cada silencio un significado.
El comunicador ético no busca impacto,
busca coherencia.
Entiende que cada mensaje
es una forma de modelar el mundo.
La comunicación sin conciencia
es manipulación estética.
La comunicación con propósito
es arquitectura moral.