No hay algoritmo peligroso por sí mismo.
Solo humanos que deciden no mirar lo que están creando.
Solo humanos que deciden no mirar lo que están creando.
Cada línea de código lleva implícita una intención,
cada dato una historia,
cada modelo una visión del mundo.
El problema no es que la IA aprenda de nosotros,
sino que herede nuestros silencios.
La ética no está en la máquina,
sino en la atención que prestamos a sus consecuencias.
La indiferencia, no la inteligencia,
es lo que puede destruirnos.