Durante siglos creímos que el talento era propiedad privada.
Una cualidad interior, un don exclusivo.
Una cualidad interior, un don exclusivo.
Pero en el nuevo ecosistema cognitivo,
el talento se distribuye.
Circula, se contagia, se mezcla.
El futuro no pertenece al genio aislado,
sino al entorno que lo hace posible.
El talento ya no será una persona,
sino una red viva donde humanos y máquinas
se retroalimentan hasta crear algo
que ninguno podría concebir por sí solo.