Nos enseñaron que ser eficientes es avanzar sin detenerse,
cumplir más en menos tiempo,
exprimir cada instante.
cumplir más en menos tiempo,
exprimir cada instante.
Pero la eficiencia absoluta es una trampa:
acaba consumiendo el propósito que pretendía optimizar.
La conciencia productiva no busca acelerar,
busca armonizar.
Saber cuándo hacer y cuándo detenerse,
cuándo producir y cuándo contemplar.
El exceso de acción sin reflexión
convierte la productividad en ruido.
Y el ruido, tarde o temprano,
destruye el significado del movimiento.