La innovación no siempre consiste en crear algo nuevo. A veces es recordar lo esencial: recuperar la sensibilidad, la empatía, la pregunta que nadie se atreve a formular.
Las organizaciones suelen confundir la novedad con el progreso, pero lo verdaderamente innovador no es lo que deslumbra, sino lo que reordena el sentido.
Innovar hoy es un acto de resistencia contra la automatización del pensamiento.
La IA puede multiplicar las ideas, pero solo el ser humano puede darles significado.
Por eso, la innovación posthumanista no separa tecnología y ética: las fusiona para expandir la conciencia colectiva.
El futuro no pertenece a los que inventen más, sino a los que comprendan mejor lo que inventan.