El error más común del siglo XXI no es la lentitud tecnológica, sino la pérdida del sentido humano dentro del progreso técnico.
Digitalizar no es sustituir personas, es amplificar capacidades. No es reemplazar el juicio humano, sino expandirlo.
Cuando la tecnología se convierte en fin y no en medio, la empresa deja de evolucionar y empieza a despersonalizarse.
El verdadero reto posthumanista no es competir con la máquina, sino redefinir qué significa ser humano en un entorno inteligente.
La digitalización no triunfará por su precisión, sino por su sensibilidad.